Un poco de vanidad






Un poco de vanidad

En esta madrugada de enero que atenaza la helada
huele al humo de alguna chimenea que aún se enciende.
A las ahora débiles farolas
la bruma viste con un halo las luces
que se llenan de sombras chinescas.

La perrilla “Blue” tira de mí y corriendo se adelanta
hacia el cantón de las pulmonías.
Y donde el aire mueve las sombras
al rayar día, me cruzo con ella cuando
asoma del velo húmedo de una farola.

Lleva la bata blanca bajo un ceñido polar.
Una mano se cierra protegiendo el largo cuello
y al calor del bolsillo, sostiene con la otra,
la bolsa que cuelga con los zuecos
y roza en el cimbreo del caminar
la curva de su cadera.

Los hombros y la cintura, estáticos,
se coronan en la negra y ondulada cascada de la melena.
Va hacia al ambulatorio, y me mira.

¡No me conoce, pero me ha mirado…a mí!!

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